sábado, 2 de agosto de 2008

Agosto, tiempo de honrar a la Pachamama

Agosto, el octavo mes del año, y el más duro según los abuelos, es el tiempo en que los pueblos de las comunidades originarias del mundo andino, y de la Quebrada y Puna jujeña en particular, cumplen en celebrar y agradecer a la Pachamama, a la Madre Tierra, por las bondades recibidas y volverán a renovar su compromiso y su creencia en Ella.
Apenas concluidas las campanadas que marcan el comienzo del 1 de agosto, las casas, los edificios públicos y demás pertenencias materiales comenzaron a ser cubiertos por el humo “limpiador”, el que se encargará de “espantar los malos espíritus”. Los miembros de la familia, los vecinos, los amigos o sencillamente, los compañeros de trabajo, se reúnen alrededor de una pequeña apacheta y luego de saludarse rezar, proceden a cumplir con la sahumada.
Este ritual, más o menos sencillo, está regido por leyes no escritas que marcan desde el modo de abrir la boca en la tierra hasta la forma de ofrendar y, junto a esto, se hace notar el arte de la copla, que décadas atrás tuvo su propia tonada para cantarla en agosto, el sabor inigualable de la tijtincha, y el denso aroma de la coa, el incienso que –los que saben- lo cosechan, y el resto de los mortales lo compramos en el mercado.

No existe una forma idéntica de cumplir con el ritual, cada familia lo hace a su modo respetando lo que vieron hacer a sus mayores, y de igual modo cada paraje tiene su tonada para cantar la copla. Y como en la rueda de copleros, se respetará la forma en que lo hace el anfitrión o el que más sabe. Contra todo intento de dogmatismo, el culto de la Pachamama está custodiado en la memoria del pueblo, preservando así la verdadera fuente del saber. Esta costumbre, que se mantiene viva y está muy arraigada principalmente en estas regiones norteñas, fue heredada de los ancestros que creían tanto en la Pacha como en el Inti (Sol), perdurando a la par del Evangelio que enseñaban los jesuitas y se mantuvo a lo largo del la línea del tiempo.
Al mediodía, aquellos amigos y familiares, vuelven a reunirse para darle de comer a la Tierra como lo hicieron siempre los mayores, homenajeándola con lo mejor además de obsequiarle coca, chicha y maíz, no va a faltar el cigarrillo, el vino, la quinua y otro producto que el dueño de casa o el que invita a la ceremonia, considere esencial para expresar su agradecimiento a quien le provee de lo necesario para vivir.

Los campesinos le pedirán por buenas cosechas en verano; los ganaderos pedirán por que se multipliquen sus haciendas; los padres, para que proteja a su familia; los estudiantes, para terminar sus estudios; las comunidades indígenas por las tierras donde vivir; los desocupados, por trabajo; y así, el anhelo de esperanzas y favores se depositarán en la Pachamama a lo largo de este mes.
Mitos y leyendas, nunca desmentidos, rezan que en agosto uno debe conducirse con mucha precaución “porque la Pacha está con hambre”, haciéndola responsable de cualquiera de las desgracias que podría sufrir algún mortal. Así pues, los abuelos nos advierten que “ella nunca debe ser olvidada”, por ello cada vez que un quebradeño o un puneño comparte un vaso de vino, tienen por costumbre rociarla primero a Ella y luego, a su salud, terminar con la bebida.
Para algunos, el día dedicado a la Pachamama es el 1 de agosto solamente, para otros, en cambio, son todos los días del mes, y algunos afirman que se la debe honrar únicamente los viernes de agosto, como tampoco hay coincidencias en que la ceremonia debe ser justo al mediodía o a la noche. Pero en lo que si no hay duda alguna, es que el ritual debe realizarse con todo el respecto hacia la Madre Tierra, hacia los pobladores y a los ancestros.

“Pachamama santa tierra!” se escuchará decir durante todo agosto a cualquiera, arrodillado frente a su boca abierta, mientras las manos unidas en cuenco dejarán caer hojas de coca y otras ofrendas llenas de esperanza por protección, una vida posible de alegrías, fecundidad, bondad y todo lo que la Madre Tierra puede brindar, sin egoísmos ni mezquindades. Como siempre.

Texto: Rubén Monerris
Fotos: F. Albarracín (El Tribuno de Jujuy)
Jujuy.com




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