jueves, 21 de marzo de 2013

FE EN LAS ALTURAS


Semana Santa en Jujuy

La Semana Santa es para la grey católica el momento de mayor expresión de fe pero en Jujuy se vive de una manera muy particular, con un sincretismo muy especial, en el que se conjugan la diversidad cultural que define al jujeño con creencias heredades de sus pueblos originarios y las enseñanzas dejadas por los hombres de la Cruz que acompañaron a los conquistadores hace más de cuatro siglos.
Tunalito - Una parada hacia Punta Corral
Las bandas de sikuris y pacientes procesiones, trascienden las fronteras del tiempo para reavivar el fervor año a año en una de las manifestaciones populares más esperadas en la provincia, como es el tiempo de Semana Santa y Pascua.
Así es como los hombres y mujeres del clero se entremezclan en las procesiones con los Samilantes (hombres suri) y las filas de las cuarteadas tienen tanta importancia como las hileras que forman los feligreses para cumplir con el sacramento de la confesión.
Pero hay algunas pequeñas cosas que durante esta celebración están presentes prácticamente en todo momento y resultan un disparador para las sensaciones de cualquier persona. Una es el sonido del viento, y la segunda, el rítmico compás de los instrumentos de esos músicos intuitivos que conforman las bandas de sikuris.



Con Fe hacia las alturas

Por Tilcara, pasando la Garganta del Diablo
Todos los años, los senderos que se dibujan entre los cerros a partir del pueblo de Tumbaya, o del paraje Tunalito, o de Maimará o de Tilcara son transitados por miles de peregrinos llegados desde diferentes puntos de Jujuy y de provincias vecinas de la región, con el único objetivo de venerar a la "Mamita del Cerro", la Virgen de Copacabana del Abra de Punta Corral, en su propia capilla, a más 3.500 m.s.n.m..
Desde el jueves anterior al Domingo de Ramos, día en que la Señora es llevada al pueblo de Tumbaya, el ascenso de peregrinos de diferentes edades es constante y los destellos serpenteantes de las linternas dibujan un sendero custodiado por las laderas de los cerros y cobijado por un manto de estrellas.
Chilcaguada, por Tilcara
Ya el Viernes Santo, el punto de encuentro es la villa veraniega de Tilcara. Luego de cumplir con el Vía Crucis se aguarda el momento de aparición en escena de las ermitas, que serán paradas obligadas durante la procesión del Cristo Yacente por las angostas calles del pueblo.
Las Ermitas son verdaderas obras artesanales realizadas por miembros y amigos de familias tilcareñas. Estos trabajos, que se diseñan algo más de dos meses antes, representan distintos momentos de la vida de Jesús y son confeccionados con elementos naturales como semillas, pétalos de flores, frutos secos, guijarros, arcillas, raíces y, obviamente, con mucha paciencia y devoción.
Punta Corral - La Cruz del Morro, la Capilla y los Peregrinos
Una celebración imperdible

Mientras tanto, prácticamente a la misma hora pero 200 kilómetros más al Norte, en el histórico pueblo de Yavi, en plena Puna, comienzan a escucharse a la distancia unos suaves cánticos, de sonar muy melancólico, que van anunciando el pronto arribo de las Doctrinas, procesiones integradas mayoritariamente por mujeres.
Estos grupos, encabezados por un maestro, en el viernes Santo, luego de descender de la cruz la imagen de Cristo y de la Dolorosa, recorren en procesión las calles del pueblo, interpretando canciones doctrinales y rezos, que se prolongarán hasta el amanecer del día siguiente.
Museo de las Ermitas, en Tilcara
Así como durante los cuatro días de Carnaval el disfrute y la algarabía son totales, durante el tiempo de la Cuaresma el poblador de la región se prepara para vivir con idéntica pasión, la Semana Santa.

sábado, 9 de febrero de 2013

TIEMPO DEL PUJLLAY



Carnaval en la Quebrada

“Cierren la puerta / échenle llave/ que de esta casa, nadie se va!!” /“Arriba, arriba / Abajo, abajo / Al centro, al centro / Salud! / Y luego adentro!!”
Estos versos de una de las canciones más escuchadas durante el Carnaval jujeño se cumplen al pie de la letra en la gran mayoría de los pueblos de la Quebrada de Humahuaca. Eso sí, solamente después de haber realizado el desentierro del Pujllay, el Diablo del Carnaval, el protagonista principal que acapara durante nueve días todas las luces y miradas.
El Carnaval llega con toda su algarabía, colorido y  desenfreno en plena época de cosecha y abundancia, cuando concluyó el período de empadre y parición del ganado.
Si bien la sensación de festejo y alegría es generalizada, existen matices según dónde sea el punto central de la celebración. En el campo, en plena zona rural, la fiesta transcurre en un contexto familiar en el que parientes, vecinos y amigos comparten la comida, la bebida, el baile y, sobre todo, se destacan las rondas de coplas. Algunos aprovechan el mismo sábado de Carnaval para hacer “la señalada”, ceremonia en que se cortan (se “señalan” o marcan) las orejas de ovejas o chivos  de una manera especial que distingue a cada dueño y se ruega a la Pachamama por la multiplicación del rebaño.
En los pueblos son las comparsas quienes encabezan la fiesta. Con ellas se vivirán cuatro días de alegría constante, de bebidas al alcance de la mano, de música aútoctona de bandas de sikus y erkenchos y bailes interminables, de historias cotidianas reales, amorosas, jocosas escuchadas en rondas de copleros, grupos de amigos que suben y bajan entre los pueblos de la Quebrada entre cerros multicolores como telón de fondo.

Los Preparativos

Los festejos en Jujuy comienzan diez días antes de los que señala el almanaque tradicional con el “Jueves de Compadre”. Continúa la semana siguiente con el “Jueves de Comadres”, y la mayor intensidad se produce cuando llega el llamado Carnaval Grande, que se vive desde el sábado posterior hasta el martes. Concluyen el fin de semana siguiente con el Carnaval Chico y el entierro del Diablo en su mojón, un lugar apenas retirado del pueblo o en la ladera accesible de algún cerro, demarcado por un montículo de piedras.
Varios meses antes del carnaval, comienzan las reuniones, debates y la organización para lograr el resultado anhelado por cada comparsa o por cada familia decidida a preparar la “invitación”, que se realiza tradicionalmente desde una comunidad o algún vecino en particular a una comparsa  con el compromiso de recibirla con honores, comida, bebidas y música. Y los invitados deberán terminar todo lo preparado para recién partir a la siguiente invitación. No es tarea fácil. Hay que prever todo para un par de cientos de carnavaleros hambrientos y sedientos que pueden llegar al lugar indicado apenas después del Desentierro, o a última hora cuando el sol comienza a esconderse entre los cerros o bien entrada la noche.
“Es un trabajo en serio esto de invitar a una comparsa”, afirma Gustavo Chapor, propietario de una hostería en Tilcara. “Mis abuelos y mis padres solían hacerlo, con la diferencia que en aquellos años no eran tantos los seguidores”, relata mientras a la par sus hermanos y un par de amigos traen a la casa dos enormes tinajas de barro “para que el sábado esté bien fresquita la chicha”, dice.
Para llegar a esto, se cumplen encuentros previos de los organizadores, normalmente con un asado de cordero de por medio, se designan a los Padrinos de la Comparsa. Ellos –generalmente matrimonios o parejas- serán responsables de acondicionar el mojón, de confeccionar la Bandera, de la bebida, de la comida, de la orquesta y la música, y del muñeco que representa la figura del principal personaje. Particularmente, en la Quebrada y la Puna el carnaval es representado por un pequeño Diablo (o Pujllay) el que en medio de la algarabía general del Sábado de Desentierro es sacado del Mojón (o tumba) que lo albergó desde el año anterior. El Diablo Carnavalero, más jocoso que tenebroso, suele estar representado por un muñeco de tela de color rojo, adornado con cascabeles, lentejuelas, espejos y plumas.

El Desentierro

El día señalado, el Sábado de Carnaval, después del mediodía se cumple con el ritual más esperado: el Desentierro del Diablo. Los miembros de cada comparsa ya se encargaron previamente de convocar a propios y extraños a su mojón, lugar al que cualquiera puede ir, o porque lo invitó un amigo, o simplemente porque quiere disfrutar de ese momento. ¿Cómo llegar al mojón?, no es problema alguno, el sonido de bombas de estruendo estallando marcan el lugar.
Los visitantes dispuestos podrán cumplir con alguna parte de la ceremonia, aunque primero le pedirán permiso para echarle suavemente una mezcla de talco y papel picado. Los van a “señalar” rodeándole coloridas serpentinas alrededor del cuello y lo van a llevar hasta el mojón a cumplir similares gestos para “chayarlo”. A los que llegan solo para observar nadie lo va a molestar aunque van a hacer el intento de invitarlo a participar y compartir de la alegría que van a disfrutar en las diferentes jornadas.
Luego de desenterrar, de haber sido “vacunados” todos los presentes (aceptando y tomando pequeñas medidas en forma continuada de un sinnúmero de bebidas de diferente graduación alcohólica), los integrantes de las comparsas con sus bandas de música, los Diableros y los seguidores fieles pasarán las jornadas del sábado, domingo, lunes y martes bailando y visitando unas tras otras las casas donde fueron invitados a comer y beber.
Luego de pasar por la hostería de la familia Chapor, por la misma calle, a un par de cuadras de distancia, Silvia Vilte, licenciada en Turismo y tilcareña como Gustavo, nos invita a pasar al patio de la casa familiar, que es bastante grande, con un par de frondosos molles, previo cumplir el requisito de “vacunarse”. Allí ya está César Maráz  con un grupo de changos amigos amenizando la reunión con bailecitos, huaynos, chacareras y el infaltable Carnavalito.
Ya cae el sol detrás de los cerros del Oeste. Cuando uno va de una peña a otra, o hacia una nueva invitación, es conveniente responder todos los saludos por la calle, porque uno nunca sabe qué pariente, amigo o conocido está detrás de los rostros maquillados de talco y decorados con papel picado y serpentinas. Sin dudas, el Carnaval ya está instalado.

Por la Quebrada y la Puna

"Carnaval alegre / dicen que te vas/ por qué no te quedás / quince días más", recita una vieja copla, como insistiendo la permanencia de la celebración en pueblos quebradeños como Purmamarca, Tilcara, Juella, Huichaira, Uquía o Humahuaca, para seguir disfrutando de una fiesta donde se conjugan ritos ancestrales de los pueblos originarios con la influencia católica y con características particulares según la geografía andina.
Esta antigua manifestación popular llegó de la mano de la conquista española, fusionándose con costumbres autóctonas, a las regiones jujeñas de la Puna y la Quebrada, extendiéndose luego a los Valles y las Yungas.
El carnaval es un momento muy esperado por nosotros, los jujeños. Significa que además de disfrutar del reencuentro y de la amistad con aquellos que uno apenas cruza dos palabras durante el año, son los días en donde todos, con el rostro entalcado, nos igualamos. No hay pobres ni ricos, ni locales ni turistas, todos se respetan y comparten por el sencillo hecho de decirse, con justa razón, carnavaleros!
Para este tiempo, el miércoles antes del Jueves de Comadre, ya queremos tener todo el trabajo terminado, rogamos que nadie se enferme en casa o que no surja ningún compromiso de último momento, porque se nos viene el mundo abajo! Es que la alegría que hay en el ambiente, contagia, es permanente, y la preocupación principal, es asistir al mayor número de invitaciones posibles.
No es que el Carnaval nos transforme, solamente nos hace cambiar de hábitos. Es lo mismo dormir en la cama de una hostería como en el asiento del auto o en una carpa pequeña armada bajo un molle. La chicha reemplaza la gaseosa light, el vino en caja le gana la pulseada al de alta gama, comer tamales al paso es tan sabroso como un plato gourmet en el mejor restaurant, y la moda se refleja por la ropa cómoda, caras entalcadas, sombreros ovejunos o tejidos y el particular perfume de la albahaca que acompaña a toda hora.
Vení, disfrutá el Carnaval de la Quebrada. Salúúúú !!!!!

Tan arraigada es esta celebración en Jujuy, que hasta el año 2010 fue la única provincia argentina que disfrutó de cuatro jornadas no laborables consecutivas, tanto porque las oficinas y comercios padecen la falta de clientes –y empleados- y otro tanto, porque todos respetan lo que dicen los abuelos: “hay que andar bien con Dios y con el Diablo”.