Carnaval en la Quebrada
“Cierren
la puerta / échenle llave/ que de esta casa, nadie se va!!” /“Arriba, arriba /
Abajo, abajo / Al centro, al centro / Salud! / Y luego adentro!!”
Estos versos de una
de las canciones más escuchadas durante el Carnaval jujeño se cumplen al pie de
la letra en la gran mayoría de los pueblos de la Quebrada de Humahuaca.
Eso sí, solamente después de haber realizado el desentierro del Pujllay, el
Diablo del Carnaval, el protagonista principal que acapara durante nueve días
todas las luces y miradas.
El Carnaval llega con
toda su algarabía, colorido y desenfreno
en plena época de cosecha y abundancia, cuando concluyó el período de empadre y
parición del ganado.
Si bien la sensación
de festejo y alegría es generalizada, existen matices según dónde sea el punto
central de la celebración. En el campo, en plena zona rural, la fiesta
transcurre en un contexto familiar en el que parientes, vecinos y amigos
comparten la comida, la bebida, el baile y, sobre todo, se destacan las rondas
de coplas. Algunos aprovechan el mismo sábado de Carnaval para hacer “la
señalada”, ceremonia en que se cortan (se “señalan” o marcan) las orejas de ovejas
o chivos de una manera especial que
distingue a cada dueño y se ruega a la Pachamama por la multiplicación del rebaño.
En los pueblos son
las comparsas quienes encabezan la fiesta. Con ellas se vivirán cuatro días de
alegría constante, de bebidas al alcance de la mano, de música aútoctona de
bandas de sikus y erkenchos y bailes interminables, de historias cotidianas
reales, amorosas, jocosas escuchadas en rondas de copleros, grupos de amigos
que suben y bajan entre los pueblos de la Quebrada entre cerros multicolores como telón de
fondo.
Los Preparativos
Los festejos en Jujuy
comienzan diez días antes de los que señala el almanaque tradicional con el
“Jueves de Compadre”. Continúa la semana siguiente con el “Jueves de Comadres”,
y la mayor intensidad se produce cuando llega el llamado Carnaval Grande, que
se vive desde el sábado posterior hasta el martes. Concluyen el fin de semana
siguiente con el Carnaval Chico y el entierro del Diablo en su mojón, un lugar
apenas retirado del pueblo o en la ladera accesible de algún cerro, demarcado
por un montículo de piedras.
Varios meses antes
del carnaval, comienzan las reuniones, debates y la organización para lograr el
resultado anhelado por cada comparsa o por cada familia decidida a preparar la
“invitación”, que se realiza tradicionalmente desde una comunidad o algún
vecino en particular a una comparsa con
el compromiso de recibirla con honores, comida, bebidas y música. Y los
invitados deberán terminar todo lo preparado para recién partir a la siguiente
invitación. No es tarea fácil. Hay que prever todo para un par de cientos de
carnavaleros hambrientos y sedientos que pueden llegar al lugar indicado apenas
después del Desentierro, o a última hora cuando el sol comienza a esconderse
entre los cerros o bien entrada la noche.
“Es un trabajo en
serio esto de invitar a una comparsa”, afirma Gustavo Chapor, propietario de
una hostería en Tilcara. “Mis abuelos y mis padres solían hacerlo, con la
diferencia que en aquellos años no eran tantos los seguidores”, relata mientras
a la par sus hermanos y un par de amigos traen a la casa dos enormes tinajas de
barro “para que el sábado esté bien fresquita la chicha”, dice.
Para
llegar a esto, se cumplen encuentros previos de los organizadores, normalmente
con un asado de cordero de por medio, se designan a los Padrinos de la Comparsa. Ellos –generalmente
matrimonios o parejas- serán responsables de acondicionar el mojón, de
confeccionar la Bandera,
de la bebida, de la comida, de la orquesta y la música, y del muñeco que
representa la figura del principal personaje.
Particularmente, en la
Quebrada y la
Puna el carnaval es representado por un pequeño Diablo (o
Pujllay) el que en medio de la algarabía general del Sábado de Desentierro es
sacado del Mojón (o tumba) que lo albergó desde el año anterior. El Diablo
Carnavalero, más jocoso que tenebroso, suele estar representado por un muñeco
de tela de color rojo, adornado con cascabeles, lentejuelas, espejos y plumas.
El Desentierro
El día señalado, el Sábado
de Carnaval, después del mediodía se cumple con el ritual más esperado: el
Desentierro del Diablo. Los miembros de cada comparsa ya se encargaron previamente
de convocar a propios y extraños a su mojón, lugar al que cualquiera puede ir, o
porque lo invitó un amigo, o simplemente porque quiere disfrutar de ese
momento. ¿Cómo llegar al mojón?, no es problema alguno, el sonido de bombas de
estruendo estallando marcan el lugar.
Los visitantes dispuestos
podrán cumplir con alguna parte de la ceremonia, aunque primero le pedirán
permiso para echarle suavemente una mezcla de talco y papel picado. Los van a
“señalar” rodeándole coloridas serpentinas alrededor del cuello y lo van a
llevar hasta el mojón a cumplir similares gestos para “chayarlo”. A los que
llegan solo para observar nadie lo va a molestar aunque van a hacer el intento
de invitarlo a participar y compartir de la alegría que van a disfrutar en las
diferentes jornadas.
Luego de desenterrar,
de haber sido “vacunados” todos los presentes (aceptando y tomando pequeñas
medidas en forma continuada de un sinnúmero de bebidas de diferente graduación
alcohólica), los integrantes de las comparsas con sus bandas de música, los
Diableros y los seguidores fieles pasarán las jornadas del sábado, domingo,
lunes y martes bailando y visitando unas tras otras las casas donde fueron
invitados a comer y beber.
Luego de pasar por la
hostería de la familia Chapor, por la misma calle, a un par de cuadras de
distancia, Silvia Vilte, licenciada en Turismo y tilcareña como Gustavo, nos
invita a pasar al patio de la casa familiar, que es bastante grande, con un par
de frondosos molles, previo cumplir el requisito de “vacunarse”. Allí ya está
César Maráz con un grupo de changos
amigos amenizando la reunión con bailecitos, huaynos, chacareras y el
infaltable Carnavalito.
Ya cae el sol detrás
de los cerros del Oeste. Cuando uno va de una peña a otra, o hacia una nueva
invitación, es conveniente responder todos los saludos por la calle, porque uno
nunca sabe qué pariente, amigo o conocido está detrás de los rostros
maquillados de talco y decorados con papel picado y serpentinas. Sin dudas, el
Carnaval ya está instalado.
Por la Quebrada
y la Puna
"Carnaval alegre / dicen
que te vas/ por qué no te quedás / quince días más", recita una vieja copla, como insistiendo la permanencia de la
celebración en pueblos quebradeños como Purmamarca, Tilcara, Juella, Huichaira,
Uquía o Humahuaca, para seguir disfrutando de una fiesta donde se conjugan
ritos ancestrales de los pueblos originarios con la influencia católica y con
características particulares según la geografía andina.
Esta antigua manifestación popular llegó de la mano de la
conquista española, fusionándose con costumbres autóctonas, a las regiones
jujeñas de la Puna
y la Quebrada,
extendiéndose luego a los Valles y las Yungas.
El carnaval es un
momento muy esperado por nosotros, los jujeños. Significa que además de disfrutar
del reencuentro y de la amistad con aquellos que uno apenas cruza dos palabras
durante el año, son los días en donde todos, con el rostro entalcado, nos
igualamos. No hay pobres ni ricos, ni locales ni turistas, todos se respetan y
comparten por el sencillo hecho de decirse, con justa razón, carnavaleros!
Para este tiempo, el
miércoles antes del Jueves de Comadre, ya queremos tener todo el trabajo
terminado, rogamos que nadie se enferme en casa o que no surja ningún compromiso
de último momento, porque se nos viene el mundo abajo! Es que la alegría que
hay en el ambiente, contagia, es permanente, y la preocupación principal, es
asistir al mayor número de invitaciones posibles.
No es que el Carnaval
nos transforme, solamente nos hace cambiar de hábitos. Es lo mismo dormir en la
cama de una hostería como en el asiento del auto o en una carpa pequeña armada
bajo un molle. La chicha reemplaza la gaseosa light, el vino en caja le gana la
pulseada al de alta gama, comer tamales al paso es tan sabroso como un plato
gourmet en el mejor restaurant, y la moda se refleja por la ropa cómoda, caras
entalcadas, sombreros ovejunos o tejidos y el particular perfume de la albahaca
que acompaña a toda hora.
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Vení, disfrutá el Carnaval de la Quebrada. Salúúúú !!!!! |
Tan arraigada es esta celebración en Jujuy, que hasta
el año 2010 fue la única provincia argentina que disfrutó de cuatro jornadas no
laborables consecutivas, tanto porque las oficinas y comercios padecen la falta
de clientes –y empleados- y otro tanto, porque todos respetan lo que dicen los abuelos:
“hay que andar bien con Dios y con el Diablo”.