En octubre, cuando se han levantado la mayoría de las cosechas, el paisaje ocre de la Puna, de La Quiaca especialmente, comienza a teñirse por unos días con manchas de colores contrastantes, anunciando que comienza la Manka Fiesta o Fiesta de las Ollas de Barro Cocido.La cita congrega mayoritariamente al hombre de la Puna que llega guiando sus recuas de burros o llamas, algunos más modernos con sus camionetas V8, dispuestos a cumplir con el trueque de sus productos -excedentes en su labor anual- por las mercaderías y objetos necesarios para cumplir con la rutina diaria en parajes donde a veces, hasta la corriente eléctrica resulta un lujo extravagante.
Durante el segundo y tercer fin de semana de octubre, los alfareros trocan las ollas y pailas que dan su nombre a la reunión por charqui, frutas y telas; los salineros, que cortaron panes de sal en las Salinas Grandes, más al sur de la laguna de Guayatayoc, cambian esos pesados bloques blancos por ollas y nuevos ponchos.
El predio donde tiene lugar el encuentro ocupa una gran explanada situada en las afueras de la ciudad fronteriza, y no es fácil perderse ya que todos los caminos conducen a este lugar, que reúne a gran cantidad de personas, la gran mayoría llegada desde pueblos del Sur boliviano, del valle de San Andrés (pueblo vecino a Orán, Salta), de Rinconada, Cochinota, Orosmayo, Pirquitas, también pobladores de la capital provincial y los valles, y turistas.
En la Manka Fiesta es posible encontrar casi todos los productos de la tierra y de la artesanía puneña. Y además todas las comidas típicas, todos los instrumentos musicales y, como no podía ser de otra manera por su condición fronteriza, el rezago del contrabando en pequeña escala, aunque reducido a pequeñas radios, cuchillos y baratijas.
A mitad de mañana, en varios puestos del predio ya está muy avanzado el asado de algunos corderos que luego será degustado por los asistentes, al igual que los picantes de pollo, de conejo, de lengua y de mondongo, junto a tamales, empanadas y la infaltable chicha de maíz, aunque también hay modernos sandwichs, minutas, helados y gaseosas para los poco acostumbrados a la aventura gastronómica.La Manka Fiesta pervive desde el tiempo en que el Inca era señor en la región y el alma del encuentro está en la importancia que tiene el trueque de productos llegados de Bolivia, de Salta y Jujuy.
Una norma tácita, establece que por general de Bolivia llega la alfarería, además de manzanas, orejones, tostados de maíz, habas, sococha y tojo, mientras que los habitantes de la Puna jujeña aportan al mercado los tejidos hechos con lana de llama, ponchos y las papas, mientras que desde los valles vecinos ponen a la venta frutas disecadas, semillas, canastos y sombreros, dando así la forma debida a este gran mercado. Una cosa a tener en cuenta, es que para los llegados de afuera no existe el trueque, y si está interesado en alguno de los productos deberá ser habilidoso en el arte del regateo, no tener prisa, no amilanarse ante la protesta inmediata y acordar un precio justo.Cuando el sol comienza a esconderse en la cercana Precordillera, el viento y el frío se apersonan en el lugar y la mejor forma de enfrentarlos es disfrutar de las comidas ricas en calorías y de la música autóctona que se comienza a escuchar en algunas peñas e invita a permanecer levantado hasta altas horas de la noche.
Texto: Rubén Monerris
Fotos: Fede Albarracín (El Tribuno de Jujuy)







Desde lo alto de una obra de arte sin igual, única e irrepetible, centro de todas las miradas y los halagos, ella, la Reina, sacará de entre sus atributos una pequeña flor, guardada durante todo el desfile especialmente, y junto a un tierno beso en la sucia mejilla, será el regalo más preciado que puede recibir él, el Carrocero.
En el mes de la Pachamama, el 15 de agosto el poblador de la Puna y la Quebrada veneran a “la Mamita”, expresándose en una fuerte combinación de fe cristiana, ritos ancestrales y “una costumbre de las Uropas”, el Toreo de la Vincha -la única fiesta taurina incruenta de la Argentina- que luego de la Semana Santa, es la celebración de mayor convocatoria religiosa en Jujuy.


Esta costumbre, que se mantiene viva y está muy arraigada principalmente en estas regiones norteñas, fue heredada de los ancestros que creían tanto en la Pacha como en el Inti (Sol), perdurando a la par del Evangelio que enseñaban los jesuitas y se mantuvo a lo largo del la línea del tiempo.


